La creciente demanda mundial de alimentos, impulsada por el crecimiento de la población, una mayor esperanza de vida y la mejora del nivel de vida, presenta desafíos significativos para la agricultura sostenible. Para 2050, se proyecta que la demanda de alimentos aumentará hasta en un 50 %, lo que ejercerá presión sobre los sistemas agrícolas para mejorar la productividad y minimizar el impacto ambiental. Esta presión se intensifica aún más por el cambio climático, la urbanización y la transformación del uso de la tierra, que limitan la disponibilidad de recursos naturales. Tanto la producción agrícola como la ganadera se enfrentan a un escrutinio cada vez mayor debido a sus demandas competitivas de tierra, agua y energía, así como a su contribución a la contaminación del aire, el agua y el suelo.