Los dos grupos de ayuda mutua del ICOVV frente al burnout avanzan y se crea un tercero

Se trata de una iniciativa pionera, que podría crear un modelo a seguir para otros colegios en nuestro país. Los grupos de ayuda mutua para afrontar el burnout y la ‘fatiga por compasión’ son ya frecuentes en Inglaterra, Australia y EEUU pero en estos países son fundamentalmente los grandes hospitales y cadenas de clínicas los que los promueven. El Colegio de Valencia (ICOVV), tras dar a conocer en noviembre desde su propia sede un importante estudio a este respecto realizado por la Asociación de Veterinarios Españoles Especialistas en Pequeños Animales (AVEPA), aceptó el reto de tratar de prevenir, detectar y poner soluciones a este problema y creó dos de estos grupos (de unos 12 colegiados cada uno), que ya han celebrado dos sesiones por grupo. Hoy ya se ultima la fecha del estreno de un tercero. “Llegan con muchas ganas de hablar y lo más efectivo es cuando comprueban que los demás sufren situaciones parecidas porque eso contribuye al proceso para tomar conciencia del problema, en el primer contacto entre ellos ya comienzan a ayudarse”, coinciden básicamente en destacar las dos responsables de conducir este proyecto.

Y esas dos profesionales cualificadas para dirigir las sesiones de algo más de dos horas cada una -las primeras se celebraron el 13 y el 20 de junio- son Andrea Juste, psicóloga sanitaria y formadora así como Begoña Bermell, veterinaria certificada por la propia Vetbonds-AVEPA. “Tenemos un programa de trabajo y roles definidos: Begoña explica la parte fisiológica, hormonal incluso, de los procesos de estrés continuado aludiendo a situaciones que ella conoce bien y yo me centro en cómo nos afecta todo ello emocionalmente, en lo psicológico, en las técnicas para tratar de reducirlo como mindfulness, técnica de Jacobson, yoga…”, aclara la psicóloga. Su compañera veterinaria reconoce, en esta misma línea, que “no nos planteamos un número de sesiones concretas pero sí trabajamos con una programación, con unos contenidos que tenemos que exponer pero dejando espacio donde compartir experiencias personales”.

Más allá de la terapia conjunta, de lo que cada cual aporta en nombre propio pero contribuye a los demás, la veterinaria y la psicóloga quieren delimitar e identificar conceptos tan manidos como el burnout (síndrome de estar ‘quemado’’, el estrés laboral y cómo afecta a la productividad y capacidad de trabajo); la ‘fatiga por compasión’ (los dilemas éticos que genera la exposición frecuente al sufrimiento, a la muerte y al duelo, a veces, pero también a la crueldad y el trato no responsable con los animales) o, en sentido contrario, a la ‘satisfacción por compasión’ (lo que reconforta en el ejercicio de la parte más vocacional de la profesión y provoca ese sentimiento pendular, en un sentido u en otro en contraste con la fatiga). Junto a ello, también se quiere abordar cómo sobrellevar los problemas a nivel emocional, afrontar los llamados ‘pensamientos rumiativos’ o en bucle (dar vueltas a un mismo asunto que preocupa aunque sin darle solución, o postergarlo para ocasiones donde creeremos vernos más capaces, aunque no acabe ocurriendo…), mediante técnicas de reestructuración cognitiva y regulación emocional. Igualmente se quiere aclarar cómo abordar las malas noticias y los conflictos, tratar las habilidades sociales, la asertividad o cómo hacer más efectiva la comunicación.

Asalariados y dueños
El perfil de los colegiados que acuden a estos grupos es heterogéneo. “El estrés puede afectar a todos y a todas, a los asalariados y los que dentro de la clínica tienen responsabilidades o son los dueños; hay factores estresantes inherentes a su condición laboral pero también los hay comunes entre ambos grupos”, confirma a este respecto la veterinaria Begoña Bermell. En otros países anglosajones como los ya citados, donde las condiciones económicas son mucho mejores e incluso el veterinario goza de mayor reconocimiento social, el burnout y la fatiga por compasión también están alcanzando niveles preocupantes, de hecho.

La respuesta no sólo es el reciclaje
Bermell aporta su testimonio personal: “Yo colapsé como veterinaria. Entras en una dinámica donde acabas normalizando las situaciones estresantes que se presentan en la clínica diaria y vas aguantando pero, si le sumas los problemas personales, la situación puede desbordarte, como fue mi caso. Fui a terapia mucho tiempo pero yo no identificaba que mi trabajo fuera el problema, lo relacionaba más con mi forma de ser o con otros acontecimientos de mi vida”. Y continúa: “Me formé en inteligencia emocional y en otras disciplinas relacionadas con la psicología. Necesitaba encontrar respuestas a porqué me habia ‘quemado’ y decidí hacer la certificación Vetbonds-AVEPA”. Fue entonces cuando comprobó que “no era un problema individual sino que afecta a gran parte de la comunidad veterinaria”, insiste.

“Como esto es tan vocacional, fácilmente entras en un bucle: crees que cuanto más me esfuerce, cuanto más me desviva por mis clientes y sus animales, cuanto mejor formada esté, mejor profesional seré”, confiesa. Pero los cursos y el reciclaje profesional no siempre son la respuesta: “Muchas veces no encuentras equilibrio entre el esfuerzo y la recompensa y esto también te genera frustración”, concluye.